◊ Llama por ello Hesiodo, al comienzo de la Teogonía, y al invocar a las musas para que lo asistan, en tradición desde entonces respetada por los poetas, heliconiadas a estos seres benéficos de su estro lírico. Y dice así: “Ante todo, cantemos a las musas Heliconiadas que del Hélicon habitan la enorme y santa montaña, y con sus pies ligeros danzan en torno a la fuente violeta y al altar de del poderosísimo Cronión; y que, tras lavar su cuerpo delicado en el Parnaso, o en la Hipocrene, o en el Olmeo sagrado, sobre la cumbre del Helicon, forman encantadores coros y agitan los pies rápidamente”.
◊ Las musas están relacionadas con los mitos más primitivos, ctónicos, de Grecia, y vale decir, de todo el mundo antiguo de origen indoeuropeo. Según la mitología griega, las Musas son las nueve hijas de Zeus y de su tía Mnemósyne, la memoria, una de las seis titánidas fruto de los amores “estelares” y fundacionales habidos entre Gea, la tierra, y Urano, el cielo estrellado, y de los que también nacieron los cíclopes y resto de los titanes, entre ellos, Kronos, el tiempo, y padre de Zeus. Esta hierogamia poderosa de la que proceden las musas se sucedió durante nueve noches consecutivas.
◊ Las musas pertenecen de pleno derecho a la corte de los Olímpicos, y una de sus funciones principales consiste en entretener a estos, dirigidas, como hemos dicho por Apolo musagetes, director de musas. En este oficio las acompañan otros seres fabulosos y delicados, entre ellos, Temis, consejera de Zeus y experta en sabiduría y cortesía; Ganímedes, el hermoso pastor de la Casa Real de Troya; Nike, la victoria; Iris, la mensajera; Hebe, la juventud; las Horas, encargadas de abrir y cerrar las puertas del cielo; y por último las Charites, piedras caídas que representaban la belleza y la alegría. Musas, Horas y Charites se confunden y funden con las ninfas de bosques y arroyos, su lugar de origen y de recreo.
◊ Andando el tiempo, Platón designaría a Safo (628-568) como la Décima Musa. Fue esta la más importante poeta de la Escuela e Isla de Lesbos, donde solía acompañar sus odas de la lira, y por ese musical detalle llamamos lírico a todo el género. En sus composiciones podemos sentir ese pálpito de sortilegio divino llevado a la realidad de la naturaleza. Dice la poeta de Ereso, en uno de sus fragmentos:
Ven aquí… a este recinto
sagrado, donde florece amable el bosque
de manzanos, y los altares
son perfumados de incienso.
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